Ésta es una idea que, de modo más o menos documentado, se asoma con frecuencia a tertulias y foros de opinión.
Es un hecho que en algunos pueblos y comarcas del interior, se ha ido produciendo la llegada de familias migrantes que, en algunos casos, llegan a configurar un grupo de población numeroso de especial relevancia en relación al conjunto de toda la población de esos lugares.
Es evidente que tal flujo tiene como condición primera la existencia de opciones de trabajo.
En esos lugares han ido apareciendo posibilidades de empleo en tareas que, o bien han ido siendo abandonadas por la población autóctona, como trabajo de la tierra o cuidado del ganado y pastoreo, o bien han aparecido diversos puestos vinculados a nuevos cultivos que no existían hace tan solo 8 o 10 años, como el cultivo de la trufa por ejemplo.
Saliendo de la Comunitat Valenciana en dirección a Aragón, hay algunas comarcas con poblaciones que no solo mantienen su población por estas características enunciadas, sino que la población migrante, mayoritariamente de origen magrebí, suponen casi un 15 % de la población total.
Adicionalmente al factor empleo, contribuyen otros elementos como la vivienda, que en las ciudades grandes de la costa los precios de compra y alquileres se han convertidos en inaccesibles, en poblaciones del interior aún no se llega a esos niveles de escándalo y es relativamente fácil encontrar una vivienda suficiente y a un precio razonable, a pesar de que el turismo y la propia pandemia, han generado una tendencia a la búsqueda de casas en estas zonas para salir de las ciudades.
La escolarización de los menores de las familias que llegan, no presenta las dificultades de las grandes poblaciones, e incluso ofrecen aulas con ratios a menudo menores de 10 alumnos por clase de verdadero lujo.
Hablando siempre de esa zona mencionada, los servicios del sistema de salud, no tienen hospitales cerca y para casos graves hay que ir al hospital de la capital, pero en la medicina de familia la atención es prácticamente inmediata.
Lo que sí parece general es que entre la población migrante, al menos la que llega a estos pueblos, viene a trabajar por cuenta ajena y tal vez podrían ser personas con capacidades emprendedoras, aunque es bien comprensible que, junto a las condiciones personales, deberían poder tener acceso a ayudas de créditos accesibles, así como al necesario acompañamiento y mentorización para el emprendimiento individual o colectivo y cooperativo.
Uno de los fenómenos que se están produciendo en estas pequeñas poblaciones es el cierre de tiendas y establecimientos por no tener continuidad: una carnicería o una panadería que cierra porque no hay hijos que continúen con el negocio, o porque estudiaron y son profesionales ya fuera del pueblo, es un negocio que cierra y ya no vuelve a abrir porque no hay quien lo continúe.
Evidentemente, no sería sensato dibujar un paisaje idílico de la vida en estos lugares, pero sí parece sensato pensar que en el medio rural hay oportunidades que pueden ser de valor para personas que, precisamente, llegan desde ambientes rurales y con capacidades coherentes con las necesidades de estos territorios en el momento actual.